Wednesday, May 23, 2007

Fuga o la última palabra


Me he visto obligada a posponer mi partida una y otra vez. Sigo aquí. Cada día más que paso en el Town es una aventura de esas que no tienen gracia pero que los lectores tanto disfrutan. Por suerte ya vendí a Rocinante, el auto del Town, y su nuevo dueño se lo llevó con todo y la batería nueva que me negué a comprarle durante este invierno. El nuevo dueño del auto huele mal y padece de esquizofrenia. Me mira a los ojos, me mira a las tetas, me mira a los ojos, me mira a las tetas, ojos, tetas, ojos, tetas... Como siempre...

Empaco una caja por día y a media tarde me da sueño. No tengo prisa. Se diría que no me quiero ir, pero no es eso.

Transcurro.

Hoy fui a la oficina de correo a echar dos cajas. La dirección estaba pegada con una tipo de cinta adhesiva que, según la empleada, se despega con facilidad. ¿Pues me pasas el teip para pegarla mejor? No ma’am. You would have to purchase a roll. Pero señora, yo tengo un rollo de teip en mi casa. ¿No me puede dar un pedacito? We are not allowed to give out tape. Pero es que yo no me voy a comprar un rollo de teip que vale seis dólares si sólo necesito diez pulgadas de teip para pegarle a la caja el papel con la dirección. I’m sorry ma’am. ¿Pero qué usted quiere que yo haga? ¿Que regrese con las dos cajas de 40 libras pa' casa a buscar mi teip? I’m sorry ma’am. I cannot help you with that. We’re not allowed to give out tape.

En una plazoleta dauntaun celebran un aquelarre los alternatives. Bailan descalzos la arritmia de sus tambores. Me hacen pensar en las plazas del resto del mundo donde mean los perros y la gente, los tecatos se pican las venas y es impensable descalzarse. Comienzo a comprender porque esta prohibido mear en la calle en este país, pero me detengo cuando me doy cuenta que también esta prohibido pasársela muy bien entre retumbes ancestrales. Circulan patrullas de policía como leones; si se ven muy felices bailando los van a sacar de allí. ¿Cómo serán las plazas de Suiza, el país más perfecto del mundo?

El cliente no siempre tiene la razón y, si se empeña en tenerla, le llaman a la policía. Eso le pasó al colombiano, que para colmo tiene pinta de que pertenece al régimen del Talib. Tres policías, dos patrullas. Él sólo quería cambiar unos audífonos que después de un par de meses no funcionaban.

Guardar, empacar, encajonar, desmontar, desmantelar, derrumbar son las últimas palabras de la Brevísima relación de la destrucción del Town.

Sunday, May 13, 2007

Fiascopia

A veces salimos de excursión. Escogemos los autos que mejor andan, imprimimos los mapas, empacamos tenedores, cuchillos y cepillos de dientes, pasamos por el cajero, ponemos gasolina y adiós al Town.

Pero esta vez era especial porque desde nuestro pueblo nos dirigíamos a un festival artístico-cultural que se catalogaba al nivel de los magnoeventos de Londres, Roma y Paris. Espectáculos de danza, teatro, música y baile se apoderarían del centro de la ciudad desde el atardecer hasta la próxima salida del sol. Ante la expectativa de una rumba de veinticuatro horas hubo quien alquiló habitaciones en el Hilton. Por suerte yo tengo a mi querido Cristóbal que siempre me da posada y que esa noche nos recogió a Albertina y a mi.

Cristóbal, que suele ser medio alérgico a las multitudes y que está disfrutando de una época plácida y sosegada en la que sólo sale con el Mengano y los cachorros a la orilla del lago, se unió a la tropa. Nuestro plan original comenzaba a las 6:30 y estaba catalogado en el folleto-mapa de actividades como un “Soirée Dada: el recorrido por el cerebro del hombre del siglo XXI”, pero la tropa tenía hambre.

Luego de dejarlos instalados en el Hilton nos dirigimos al restaurantito thai de Cristóbal llevar a sus amantes. Comimos, comimos, comimos todos de los platos de todos. Conversamos, conversamos y nos reímos en español, portugués, italiano, inglés y alemán. Meamos, meamos, meamos uno por uno y luego de nuevo. Esperamos a Rodrigo Díaz (de Vivar) y a su chica. Pedimos otro café. Meamos más. Esperamos a otros dos. Y creo que finalmente le ganamos al “Soirée Dada” en el sinsentido de la cena toda. Por poco no salimos nunca de allí.

Aunque el pináculo de la noche se suponía que era un concierto de guitarra folklórica latinoamericana, la tropa de repente pensó que era mejor ir a bailar música ‘house’ dentro de una tienda por departamentos. No se porque a mi no me sonaba tan bien la idea del BUM, BUM, BUM, BUM entre sombreros, guantes, botas y estolas de señora. Finalmente Albertina, Cristóbal y yo optamos por dejarlos ir con su hilton y su house.

Pero los guitarristas no estaban. No fueron. Se enfermaron o se arrepintieron. No había nada, sólo una enorme fila para entrar a un edificio semivacío.

Plan B: “Cabaret francés” en el Instituto de arte. Los jardines estarían abiertos toda la noche (claro que hacia un frío que te prohibía pasearte). Quince minutos de caminata a bajas temperaturas más diez minutos de cola después entramos al instituto y encontramos una mujer canosa cantando desde una esquina para un público de gente que de pie miraba y se iba. Ese era el cabaret.

Salimos un poco decepcionados a encontrarnos con el Mengano. Al Mengano se le había ocurrido que era buena idea asistir a un festival con bici y perro. Claro, al Mengano se le olvidó que con bici y perro no iba a poder entrar a ninguna parte. Albertina y yo que estábamos considerando ir al tercer evento de la noche a ver si alcanzábamos a ver algo, pero ya cansadas, con frío y con el problema del perro, nos decidimos ir pa la cama.

Ahí comenzó la aventura. Resulta que el ayuntamiento trató de acomodar a todos los visitantes del festival en los mismo buses de siempre, y claro está, no cabían. Yo iba casi sentada en la guantera y Albertina casi sobre un señor. Al final conductor y pasajeros iban muertos de la risa porque la administración de los buses obligaba a que, aunque no cupiera ni un alma más, el bus se parara en cada parada. Casa vez recibíamos caras más tristes o insultos más divertidos. Cuando llegamos nos despedimos de la gente con mucho cariño, deseándoles que llegaran enteros a su destino.

Se acabó la noche en la casa de Cristóbal, Albertina y yo en la camita, Cristóbal en el sofá.

Al otro día Albertina y yo nos comimos un croissant y fuimos a Ohio, el estado donde fui concebida. Fue de visita no más, como la cárcel del Monopolio.

Monday, April 23, 2007

Como ladrón en la noche, parte II

Lo encontramos por el olor, tal y como yo vaticiné, pero no lo podemos sacar de ahí. Se atragantó todo el veneno de pelotitas azules con sabor a salisbury steak y mashed potatoes con gravy. Se instaló a morir en el pie y medio de espacio vacío debajo de la casa, que es como una matriz que se ha secado. Se pudre y mientras más caliente la primavera, con más ánimos se pudrirá.

La verja que rodea la casa se ha venido abajo por secciones. Algo intenta trepar, invadir mi patio, observar por la ventana. Ese algo no es muy inteligente, hay una portezuela sin cerradura que da hacia el jardín; es innecesario encaramarse en el alambrado.

Yo digo que el cadáver huele a tocino, Sara que a pollo, Violeta que a marisco pasado.

Hoy ha venido el sujeto que hizo de jardinero las últimas dos veces. Ese que cuando vio a Sara por primera vez le saco la lengua en ademán de cantante de KISS. Ese que se apareció una mañana devolviéndome un cheque y pidiendo efectivo. Una mañana con suerte, debo añadir pues Rodrigo Díaz (de Vivar) dormía con nosotras y fue quien lo atendió. Le he dicho que no gracias, que no lo quiero rodeando mi casa toda la mañana con su máquina podadora de pasto, revisando las cerraduras de puertas y ventanas.

Anoche la ventolera anunciaba tormenta eléctrica, tornado u otro fenómeno atmosférico típico del Mediano Oeste. A las dos de la mañana me desperté de una pesadilla y no pude volver a dormir porque sentía que sus ojos me observaban por los vidrios transparentes de esta pecera. La sangre me hervía en el vientre. Me hice un sándwich de jamón y queso, me tomé un vaso de limonada, me pegué una ducha y nada. No fue hasta las cinco casi, cuando ya empezaban a cantar los pájaros, que me volví a dormir por unos minutos.

La sangre reventó en el vientre de Sara esta mañana, no en el mío. No dormiré porque me persiguen los fantasmas del muerto, porque me persiguen mis propios fantasmas. Se me han coagulado las venas mismas, una larga trenza como un cordón umbilical se me ha enroscado entre las piernas. Apesta a animal muerto.

La panlatinidad

En España
nadie se baña
y en Japón
por falta de jabón
y en Corea
por la pelea
y en añada su país
todo es mejor!!!


O, si tiene usted menos sentimiento patrio y
más sentido del humor, cambie el ultimo verso a:
y en tu casa cochinos que son!!

Saturday, April 21, 2007

Down there

Que lentas se deslizan estas últimas tres semanas. Son una babosa sobre una piedra que deja un rastro de saliva por todas partes.

Ha salido el sol. Ha salido y yo sólo espero que no lo interrumpa la helada. Yo sólo espero que sean tres semanas calientes, plagadas de esas florecitas amarillas que comen los conejos.

Leo sobre ínsulas extrañas. Según el general Van Deusen “the inhabitants are not less intelligent than the Filippinos”. Por ende, I am no less intelligent than the Filippinos.

Rodrigo Díaz (de Vivar) dice que es un paraíso y concordamos, pero le aclaro que es un paraíso como lo imaginó El Bosco y que yo estoy aquí con la manzana en el bolsillo.

“You hate the US of A” “No I don’t” “We all know you hate the US of A” “Well, then maybe it’s true” le dije a mi alumno para complacerlo.

Hace dos semanas me fui a acampar al paraíso, le conté a uno por ponerle conversación. Do you often go down there? ¿A dónde? Down there. Para el chico, el mapamundi es una escalera. El tiene el penthouse, yo tengo el sótano.

Pobre chico que no sabe que existe la Patagonia.

Tuesday, March 27, 2007

Como ladrón en la noche

Para entrar forzó de par en par la puerta mecánica de la cochera sin estrépito alguno. Sara, que no dormía, se levantó con la intención de espantar un tímido rasguño metálico que no podía identificar. Caminó despacio fuera de la habitación y encendió la luz del balcón. Al darse cuenta de que la puerta estaba abierta se petrificó y robótica e histérica levantó a Ría que dormía sin escuchar más ruidos que el rumor acuático de su propia sangre pasándole por el ventrículo izquierdo del corazón y retumbándole en la aorta.

Ría sugirió prender mas luces y llamó al colombiano, que no contestó. Ría llamó a Rodrigo Díaz (de Vivar) que bebía acompañado. Hace tiempo que esos dos fantaseaban con una carrera a toda velocidad por las carreteras del pueblo. Llegaron en dos minutos, pero antes de llegar le pidieron a ellas que contactaran refuerzos por si el invasor estaba armado. Casi a la vez llegaron los borrachos y la policía y por breves momentos confundieron los roles. Ría y Sara se asomaron para asegurarles a ambas partes que los presentes no estaban involucrados.

Cuando Ría y Sara vieron que la caja de fusibles estaba abierta identificaron el leve rasguño metálico con el sonido de un dedito que en la oscuridad intenta abrir la manija. Heladas, se dieron cuenta de que habían estado a dos segundos de que les cortaran la corriente en toda la casa, dejándolas a oscuras. Esa noche ni los policías ni los borrachos encontraron a nadie. El culpable había desaparecido.

Rodrigo Díaz (de Vivar) se quedo de centinela toda la noche. Ria, que no tiene cortinas en las ventanas de su habitación, estuvo a punto de irse al sofá con él porque tan pronto puso la cabeza en la almohada oyó la marejada roja palpitarle en las venas, oyó goterones de aguacero golpear contra los vidrios, oyó saltos de agua solos en el monte y dejo de sentirse las manos.

Al otro día, mientras Sara y Ría atravesaban baretas y pedazos de cable en los rieles de la puerta mecánica se dieron cuenta que el relleno anaranjado que revestía las paredes y el techo de la cochera con intención de calentarlas, se había desprendido. Estaba metido allí, dentro de las paredes de la casa. Las chicas se sonrieron maliciosamente. Lo hemos atrapado. Ría consiguió un veneno azul que huele a salisbury steak con mashed potatoes y gravy y lo esparció por las esquinas. Te jodiste, pensó.

Amaneció el tercer día con la mitad de la casa sin electricidad. La heladera corría, la estufa encendía, la radio también, pero lo había logrado: ninguna luz prendía. Ría, ya un poco aburrida por la poca imaginación del malandro, pero aun sin decidirse a enfrentarse a él cara a cara llamo al colombiano que viniera. Esta vez vino.

Con ojo de águila el colombiano se paró frente a la puerta del garaje y miró detenidamente como el que en realidad debió haber sido detective privado y no ingeniero. Había un hueco en la esquina inferior derecha de la puerta que antes no estaba ahí. La goma negra que sellaba el contacto del metal con el suelo estaba masticada. Un pedazo de cemento del empañetado estaba desprendido. El colombiano entró al garaje por el interior de la casa, por la puerta de la cocina. Revisó el cuarto de almacenaje, pateó los armarios y se abrió camino hasta la caja de fusibles. Había cortado la electricidad apagando un botón y se había escapado escurriéndose por el agujero.

El colombiano, como todo un profesional, llamo a Ría fuera de la casa para mostrarle la evidencia. Este es el agujero. Este el pedazo de cemento. Este el hule roído. Ría, que tiene la percepción un poco atrofiada, fue sin embargo la primera en advertir que el agujero estaba revestido de pelos color parduzco. Se arrastro por aquí el contrallao. Maldita sea su estampa. Se nos fue.

Por lo menos se nos acabo el lío se dijeron Sara y Ría. Sara lamentó que no hubieran podido atraparlo. Ría colocó un bloque de cemento en el agujero para que no pudiera entrar más. Se había acabado el problema.

A Ría la persigue un hilo de roja sangre por donde quiera que va. Ría no duerme, no le dice a Sara. Han aparecido las pelotitas azules con aroma de salisbury stake y mashed potatoes con gravy mordisqueadas. Sigue en la cochera, sigue metido entre las paredes o ha dejado su descendencia nocturna anidad en ellas. Va a morir envenenado. Lo van a encontrar por el olor.

Sunday, March 25, 2007

Scattered


Scattered, le dije yo y me traduje dispersa.
Trust no tiene traducción apropiada.


Whatever, opinó el poeta.


Yo,
les deseo felices ediciones.
A mí,
que no me mire más.
Yo,
no como de esa.

Thursday, February 22, 2007

Bitácora del fin de semana

Habría que empezar por decir que Criptor es un gran cocinero, pero no es mi novio.

Aun a sabiendas de que nos esperaba el tan esperado cumpleaños de Pancho, el viernes decidimos invitar a Seashell, al colombiano y a Criptor a una lasagna de berenjena. Tuvimos una baja temprano en la noche, el colombiano desapareció misteriosamente después de probar las bebidas navideñas que Seashell compartió con nosotros. Nos quedamos los isleños con la isleña rubia, que la queremos así. Bailamos cadenciosos ritmos de negros lúbricos al compás de ron añejo, vino, Heineken Light y demás sustancias que alteran los sentidos. Lo que empezó como una inocente cena, terminó tarde, muy tarde con la visita de Rodrigo Díaz (de Vivar) y compañía, de la que recuerdo muy poco. Nada más sé. Cuando me desperté Criptor había dormido con nosotras y revolvía huevos en la cocina. Se moría de la risa.

A pesar de la resaca, la cruda, el jangover o como le llamen en su país, el sábado continuábamos con la pata alzá y ganas de callejear, listos para el súper cumpleaños. En el auto de Violeta (que funciona menos que el mió) nos metimos, Sara, el amigo abogado, los padres de la princesa, Violeta y yo camino a la casa de Criptor y el Come Galletas, que también venían. Pero, oh milagro, en una parada para abastecernos de gasolina y alcohol, al auto le pasó lo que a Gregor Samza. Inesperadamente, sacó patitas, antenitas, alitas y hubo que darlo por perdido, llamar a Rodrigo Díaz (de Vivar) y pedirle pon.

Cuando llegamos a la fiesta (por tandas) ya Pancho estaba borracho de tanta celebración y mi alumno-eterno-enamorado también. Me refugié en la cocina para evitar declaraciones de amor indeseadas y me encontré con un beso, indeseado también. Huí de la cocina y me refugié en los brazos del primo Criptor, al ritmo de una canción que me recordaba al vecino de trescientas libras que, descamisado, trabaja en su auto los fines de semana allá donde hace sol. El amigo abogado malinterpretó nacionalidades y esparció el rumor. Pero, no, nada que ver, aunque quiera la australiana, no.

Pero la verdadera revelación de la noche fue el Come Galletas. El depresivo, malhumorado, y alcohólico Come Galletas es en el fondo de su corazón, en lo más profundo de su espíritu, un merenguero malo, coleccionista de antiguos elepés, bailador bien afincao de lechoneras montunas y barras ratonientas en el lado feo de la urbe.

El domingo transcurrió lento, lentito, como en manteca. Las cosas volvían a su lugar mientras reconstruíamos los fragmentos dispersos de la noche y nos rehidratábamos. Desmentimos las falacias y nos reímos de ellas. Tomamos ibuprofeno, que aspirina no porque Sara es alérgica y no queremos matarla. Y poco a poco fuimos volviendo a nuestro lugar, disminuyendo las revoluciones y diciéndonos a nosotros mismos lo que bien dijo Violeta “ché, bajá la pata”. Tranquilízate, vuelve a la normalidad, que sigues en el Town.

Thursday, February 15, 2007

Enmienda de causa


De parte de la comunidad townense queremos anunciarles que las próximas publicaciones de Ría serán censuradas según su contenido. Por ejemplo, en el último post, la última oración será editada, en cuanto nos sea posible despistarla a ella. Esto de editar se ha vuelto una manía patológica. Un hombre muy sabio me dijo hace poco que ando por el mundo editando. Que ésa es la razón por la que tolero a personas que no me convienen o de las que no estoy enamorada, porque los edito. Tiene razón. Entonces, luego, recuerdo mi edición a diestra y siniestra, por eso a veces los extraño y a veces agradezco tenerlos lejos e incomunicados. Pero es que a fin de cuentas eso es el pasado, una edición constante. Aquí, también editamos, Violeta edita revistas de tiradas milenarias; Ría debería editar más a menudo, pero por el momento solo edita las manías del amante. Yo podría editarles que Ría y yo hemos apaleado nieve los últimos dos días de nuestra vida, pero no lo haré. Creo que sacaré honra de todas las labores amargas que he tenido que realizar para sobrevivir, incluyendo apalear la nieve con un rastrillo, porque a fin de cuentas son experiencias que me hacen más fuerte (literalmente).

A mí me siguen gustando los días azules y nevados. Hoy es uno de esos. El resplandor es tanto que cuando entras a un lugar bajo techo lo ves todo rojo como por cinco segundos. Ayer también fue uno de esos días azules. Caminé con la tropa de marcianos durante el almuerzo y nos reímos de nuestros disfraces invernales. Yo me río mucho últimamente. Así, como a carcajadas, ya sea por el pote de huevos en vinagre que le dejé a Criptor en su carro de compras en el supermercado sin que el se diera cuenta y que lo motivaron a preguntarle al vecino “Excuse me, Sir, are this eggs yours”, como por los comentarios de los filósofos sobre lo “wild” que estaba la fiesta del sábado despúes de nuestro aterrizaje forzoso. Ayer, mientras apaleábamos la nieve, y llegó nuestra vecina y amiga bióloga a socorrernos, llamémosle “Seashell”, me reía de nuestra escena, con el auto estancado en dos pies de nieve, y nosotras apaleando con los instrumentos errados.

Algo lindo me ha conectado con el espacio. Quizá que es inminente que me voy, que me aceptaron en todos los sitios que solicité y ahora no tengo una sino tres buenas opciones de para dónde irme, tres ciudades vivibles, me quiero reconciliar con el espacio, y a la verdad que ha sido un espacio duro pero lleno de matices hermosos, de amistades de las que no me quiero separar nunca, de sacrificios y gratificaciones, éste ha sido un sitio como me dijo mi adorada y loquita hermana, para detenerme, pensar, y tomar dirección.

Mañana llega un amigo mío que no veo hace tiempo. Me viene a visitar desde otro lugar frío. Les pedí a mis estudiantes que redactaran preguntas pensadas para un “abogado latino joven”, porque lo quiero invitar a la clase para que ellos lo entrevisten. Me preguntaron si era mi novio, y les dije que uno de ellos. Ellos también se rieron a carcajadas.

Tuesday, February 13, 2007

¿A qué hora canta el topo Gigio?


¿Ustedes se lavan los dientes antes de acostarse todas las noches? Yo, francamente, no todas las noches. Aunque debo reconocer que lo he estado haciendo todas las noches sin falta de un tiempo para acá.

Será porque me obligo a mi misma a acostarme cuando llega la hora indicada y con ese rito intento convencerme de que llegó la noche. Será que en estos días sin horas, en estas noches sin días he dejado de escuchar a mi pobre cuerpo que sin ocasos se desorienta por completo. Aquí nada coopera con mi reloj biológico.

En esta casa de ventanas cerradas desespero esperando los ruidos de la noche y el día. Algo escucho, pero creo que es el viento, o peor aun, el sonido del silencio. Acostumbrada a vivir en el hacinamiento más absoluto, siento que la noche debe ir acompañada de el murmullo de la máquina de lavar del vecino y de la musiquita de la telenovela de la doñita de atrás, de aullidos y maullidos lunáticos y de la infinita orquesta de bichos nocturnos que arrulla mis noches desde que nací.

Y en la mañana también extraño. El ruido del dominicanito que pasa a comprar el pan y sus ojazos azules en medio de la negrura de su carita asomándose a mi desayuno por la ventana. El angelus de una iglesia que no se ubicar y los autos que se encienden y los niños uniformados que se suben en ellos.

Ruidos todos insoportables que quisiera enmudecer tan pronto toco con la cabeza la almohada, pero que seguramente son mejores que la vibración intermitente de la heladera o la calefacción en este pueblo de noche idénticas a los días, donde no consigo dormir y no consigo despertar.

Creo que estoy deprimida.

Friday, February 09, 2007

Vida de perros

No se quien comenzó el rumor, pero no es cierto. La nieve no es bonita, ni buena, ni agradable. El Town se ha llenado de emergencias.

A Rodrigo Díaz (de Vivar) se le heló la casa. Increíble pero cierto. Cuando regresó de uno de esos fines de semana en los que rompe con la castidad, lo que había por casa era un igloo. También se le congeló el auto, pero eso ya no nos sorprende. Por suerte, la novia no le cortó, ni tiene perro que se le muera.

El Come Galletas con bata de felpa azul marino, medias, chancletas y barba de tres días se lamentaba, gancho de whisky en mano, de que se acabara la leche para el café de mañana, de que se acabara el café y de que se acabaran las ilusiones de vivir, si hubieron.

Yo tuve migrañas, naúseas, me pase un día y medio en la cama, durmiendo, leyendo, medio con hambre, medio con culpa de no estar estudiándome los 200 libros que tengo que conocer de aquí a un mes (entre los que perfilan Silva a la agricultura de la zona tórrida, El sí de las niñas y maravillas por el estilo). Creo que estoy hibernando.

Hoy conocí a una perra procedente de la misma isla de la que vengo yo. Habla español, pero se ha visto obligada a aprender inglés. Me vio y casi se muere de alegría parándose en dos patas como haría cualquier perro sandunguero de los de mi diminuto país. Entre besos que me recordaron a mi Fulanita, le pregunté que como le iba con la nieve y me meneó la cola con alegría característica de todos los perros. Pero tan pronto se volteó la dueña, que es gringa, me dijo bajito en español: Mija, no es por ser mal agradecida, pero esta mierda de la nieve no se la merece nadie, ni siquiera nosotros los perros.

Tuesday, January 30, 2007

Me ama con locura. Literalmente.

Nostalgia nevada

Llevo toda la semana recordando París, tratando de recrear sus olores, sus sabores, como una Doña Flor. Ella, para quienes no lo sepan, es un personaje de Jorge Amado que ama a través de la cocina y dicen las chicas que se parece y que a mi. Pain au chocolat, crepes, las ventanas pobladas de flores gatunas y el acordeón de Amélie sorprendiéndome en el vagón de metro o en la esquina de la Mairie du Quinzieme.

No es mala actitud se los juro, yo también me llené de blancura de plumecitas nevadas, pero qué quieren que les diga, soy del trópico. Todos los días sueño con dormir con las ventanas de par en par, convivir con los anfibios y mecerme en maderadas mecedoras de mar abierto.

Aun así el Town me sorprende bromista con un sentido del humor resignado, pero alegre. Y Ría se ríe con los acentos extranjeros, con los gestos increíblemente tiernos, con las visitas, con el auto que patina como la Niña, con la pala para quitar el helado de coco caído del cielo de los caminos.
Ría se ríe, claro, porque Ría se va.

Monday, January 29, 2007

Él me habla de moléculas

Hace una semana Sara no dormía. No comía. No podia controlar ciertos temblores, ciertas neurosis, hormiguitas que explotaban como con lupa por todo su cuerpo. Hace cuatro días Sara tenía fiebre. No quería morirse pero sentía un pedazo de tumba en el paladar. Hace tres días Sara notó por la ventana que nevaba y le agradó la abundancia de luz, esa espesura de suavidad que arropa hasta los interiores, las estalactitas asomadas a su ventana. Hace dos días Sara pasó un día como pocos con su hermano y rió cuando el cachorro de visita se comió toda la alacena de la tortuga. Esa noche Sara caminaba por la nieve como si tuviese alas, invadió casas desconocidas con una tropa de marcianos felices y se sintió en casa. Esa madrugada duró hasta que el cielo estuvo rosa, por todo el resplandor de la nieve. Hace un día que Sara limpió toda la cocina, todas las tablillas, pulió todo el piso de madera, cambió todos los muebles, las sábanas, lavó toda la joyería, los sofás, les sacó el polvo a los libros, colgó los excesos y recibió una llamada a las tres de la tarde. Sara fumó especias traídas de una ciudad remota, con aromas celestes. Sara comió pai de frambuesa, de manzana. Sara tuvo hambre de nuevo y se sirvió helado para redundar blancuras. Sara jugó con Ria como si tuviesen cinco años, arrancó estalactitas del techo y las usó como espadas. Sara, junto a un ejército multicolor, hizo angelitos en la nieve y lloró de la risa. Sara tuvo miedo de repente de tanta blancura y lo pensó unos minutos. A Sara le hablaron de moléculas: de cómo trasmitían la energía, de como creaban moebius, de cómo se repelen y de cómo renuevan. A Sara le gustaron las moléculas. Le gustaron mucho. Sara durmió.

Sunday, January 28, 2007

Falling

Al principio están esos que nunca logran adaptarse
Pero que de alguna manera se las apañan.

Nos sorprendió la nevada, aunque lo hace cada año con su abundancia, que es lo más sensual que tenemos en el Town.
Queremos comerla, tocarla, arrojárnosla unos a otros, con cara de yo no fui. Hacer muñecos, esquiar, deslizarnos.

Parada en la noche, super sola en medio de la nada, hubiese jurado que me habían metido en uno de esos cositos que se dan vuelta y simulan la caída de la nieve, y que son protagonistas de tantas escenas cursis en las películas.

Fumar en los pasillos helados, comer comida india, escuchar la historia de un ratón, de alguien que no puede matarlo y que entonces lo lleva afuera, a unos 20 metros, digamos, convencido de que lo mejor sería colarlo por la ventana del vecino para que no regrese. Y que lo diga convencido.

Escuchar en la cocina la lista de obsesiones del nuevo amigo: ni fritos, ni beber del vaso en los restaurantes, ni ducharse en patas, ni sacarse la ropa para dormir en casa extraña. Reír de la tendencia a encontrar amantes con extravagantes records psiquiátricos.

Colgar las lamparitas chinas. Que produzcan el efecto de novela japonesa: En el país de la nieve, o algo así, de Kawabata.

A veces el Town tiene algo blanco.

Saturday, December 02, 2006

Política internacional y otras mierdas


Hace días que el inodoro/váter/toilet/WC tiene una caja de crayolas (o una gallina con cuatro pollitos, o un par de calcetines sucios, o una cajita feliz de McDonalds) atorada en la tubería. Anoche Sara no aguantaba más, así que decidimos ir a una fiesta para que pudiera usar el baño.

En la fiesta:

Los mismos de siempre rodeados de otros. Desconocidos internacionales, la mayoría, menos insípidos que los gringos, pero tampoco mucho mejor. Bailaban al ritmo de Moby “PLAY”. Yo miré sorprendida por un rato, maravillándome de que esa música fuera bailable, pensando como innumerables veces he escrito un paper escuchándola. Creo que tenemos conceptos diferentes sobre lo que es una pachanga, pero qué se puede esperar. Al rato y ante el aburrimiento de muchos latinoamericanos que pedían a gritos que les cambiaran aquella musica de ascensor, acudí al brasileiro dueño de la casa y le supliqué que pusiera algo traído de su país. Cual sería mi sorpresa al escuchar lo que se podría describir como Moby “PLAY” en portugués. La globalización está acabando con la diversidad.

La que se la estuvo pasando en grande fue la rusa. Como viene de un país comunista, la rusa no cree en la propiedad privada. Su generosidad no conoce límites, ella es de todos y para todos. Desde su llegada al Town se ha ocupado de darle terapia a la jauría de perros realengos que son nuestros amigos solteros, que uno a uno se han turnado para tener sus cinco minutos de fama con ella.

Anoche le toco a uno que desembarcó hace poco desde un país cuya geografía se asemeja a las botas nuevas de dominatrix que me compré para salir de mi última depresión. Felizmente, se proponía remover el atole proveniente de una isla comunista bajo una dictadura y de otro país que por poco lo fue, hasta que encontraron al presidente muerto de un misterioso tiro disparado por la pistola del dictador que les menciono. ¿Complicado? Aten cabos.

Pero antes de que el sujeto en cuestión le pudiera decir a la rusa “véngase mija” apareció Otro y a pesar de sus ideales comunistas, desde la caída de la Unión Soviética, la rusa cree en el libre mercado y la igualdad de derechos. Al momento de yo irme se encontraba como el jamón del sándwich, con uno por detrás y otro por delante y esperemos que así haya pasado la noche entera, en plan Liga de las Naciones Unidas, sin que se armara una guerra, ni explotara la bomba atómica.

Yo dormí lo que quedaba de la noche sin el colombiano que hubiese estado dispuesto a acompañarme, pues falta poco para que se acabe el semestre y no estoy para darle explicaciones a nadie. Esta mañana me desperté para atender la visita del plomero que pidió $350 por sacar la obra de Neruda en tres volúmenes de la tubería. Por ese precio, que se quede ahí con todo y veinte poemas de amor. Mejor sigo el consejo de mi madre y pongo una lata de galletas “Sultana” en alguna esquina del baño.

Mientras tanto, hago como hice esta mañana. Me voy por el pasadizo a casa de Violeta con el rollo de papel higiénico en la mano, como cuando uno está acampando. Es que a ella se le acabó.

Tuesday, November 28, 2006

Y la casa tuya, tu calle y tu patio

Siempre quise celebrar un San Guivin como dios manda o como la historia de los pilgrims que trajo a casa la Niña manda. En mi familia (que no llega a eso) nunca se comió en la mesa, mucho menos se hizo un pavo, ni siquiera un pernilito, que es lo más comun. Mis primeros intentos fallidos de crear domesticidad fracasaron, pues viví con alguien que prefería cualquier hotdog antes de una cena familiar. Mis segundos intentos –los homosexuales- ni procedieron. Amaya pensaba que el pavo, el Día del Pavo, era irrelevante (aunque luego comiéramos pavo muchas veces).

Romeo Mex me llamó para decirme que me esperaba con un pavo –crudo, que conste. La sorpresa me mordió los dedos de los pies, pero era de esperarse, porque resulta que a el sí le encantan los simulacros de matrimonios felices. Le inyectamos vino, lo rellenamos de piñones y pasas, invitamos a unos amigos que hacían las veces de familia y jugamos a la casita.

En la noche nos enrollamos en un saco de dormir y jugamos a que acampábamos.

Tirada en la cama contemplé los pájaros pasar por la el tragaluz gigante del techo y jugué a ser un personaje en Las babas del diablo.

Me puse toda la lencería de la que soy capaz y jugué a ser playmate of the month.

Me pasé el fin de semana jugando y dando gracias a la vida, que me ha dado tanto.

Wednesday, November 22, 2006

What I lack

Anoche corto con Sara, después de una conversación literaria. La Niña dibujaba en la mesa. Se acerca y a las carcajadas me da un dibujo que tiene escrita la frase:

No tenés ninguna rizoma.

Tuesday, November 21, 2006

Las tías

Las escenas se repiten como en esa película preciosa, “El día de la marmota.”
Ahora que lo pienso, fue la película que en el café de Chicago había que adivinar para ganarse un premio. Él me dijo: “En inglés, ¿cómo se dice marmota?” Yo tampoco sabía.

No creo aprovechar la similitud de mis días para aprender a hacer millones de cosas diferentes, lo que pasa en la película (de las que sólo recuerdo las esculturas de hielo). Como dijo Sara, si me preguntan cómo estoy, sólo puedo contar el argumento de la novela, la muerte del autor, el fragmento, el rizoma.

De esas escenas que se repiten, una forma un triángulo, en el que primero Ría, después yo y finalmente Sara, llegamos a la casa de turno, pálidas y casi llorando. Un abrazo cálido y largo, una explicación y todo pasó. Hay consuelo, sí, y eso que siempre creo que no hay otro que no sea el interior.

La anteúltima vez me tocó a mí, por mi padre. Me senté en la cocina con las chicas y lloré, por sus pulmones de fumador, por la lejanía, por el cansancio en el pueblo de la marmota. Conté, también, parte de una novela en la que el protagonista viaja a Río de Janeiro y tiene un deja-vú al ver la ciudad, hasta que se da cuenta que la reconoce por las fotos que su padre le había mandado cuando era niño, cuando los había abandonado a él y a su madre para mudarse a Río. Sara dijo: “a mí me pasó lo mismo, cuando fui a Madrid. Reconocía los lugares por las postales que me había dado mi abuela. Decía, uy! Esa es la Plaza Mayor…”

Como todos los lunes hoy fui a buscar a la Niña a la casa de Sara y Ría. Voy a clase y ellas la cuidan. La Niña había hecho unos dibujos de animales surrealistas, un oso comiendo una rosa, una especie de ameba en desarrollo, la gallina más alada del mundo. Ría compró un marco y cuando llegué ahí estaba, ya colgado el cuadro. Después leyeron el libro del día de Acción de Gracias, y la Niña aprendió, gracias a sus tías, que todo lo que decía eran mentiras, que los pilgrims habían matado a los indios. En el auto de regreso, la Niña alabó las bondades de sus tías, que “me cuentan todos los secretos.”

Parece que fue un lunes feliz. Eso sí, la estratagema de Ría, de ponerse un mameluco para convencer sutilmente a la Niña de usar uno que le regalaron, no funcionó. Mientras pintaba, y Ría cocinaba, la Niña la miró, se río (como ella suele hacerlo, de ese modo desarmante y veloz) y le dijo: “¿Por qué estas vestida para ordeñar vacas?"

Monday, November 20, 2006

Y viceversa

Ría y yo nos peleamos. Aunque no sé cuán claro esté para los lectores del Chastity, este semestre, tras la irreparable partida de Amaya, Ría y yo nos mudamos juntas a “La casita”. La razón de la pelea no importa, pero ahora que la rememoro, fue muy parecida a las peleas que solía tener con mi hermana. Ese día habíamos hecho la limpieza ancestral por la que Ría clamaba. Yo le pedí un favor, ella dijo “No quiero”, yo le restrallé la puerta en la cara. Ella se fue. Yo, molestísima, trate de llamar a otra amiga y sin querer marqué el celular de Ría. Improvisé (de esto se está enterando ella por este medio), le dije cualquier cosa (muy molesta conmigo misma por mi despiste selectivo) y enganché. Me fui a casa de Violeta, a recibir terapia, porque me reconocía muy desbalanceada. Cuando llegué a la casa, ahí estaba Ria, en la entrada. Nos sonrreímos parcamente. Me encerré en el cuarto. Ella tocó la puerta, se sentó, me dijo infantil, yo le dije egoista, ella me dijo pataletera, yo le dije caprichosa. Me defendí, se defendió, la critiqué, me criticó, lloré, lloró, nos abrazamos. Luego almorzamos.

Los días en el Town no son fáciles. Son densos y la más de las veces aburridos. No se puede ir caminando a ningún sitio y la gente parece de embuste. Además, hace dos semanas que mi amor, quien estuvo de visita por tres semanas, regresó adonde pertenece. Cuando uno retoma la costumbre del cuerpo del otro, y el otro se va, el sueño se esfuma de tanto espacio que sobra en la cama. Estuve dos semanas desveladísima. También, tenía una ansiedad. Me pasaba la noche pensando en lo que no había dicho, lo que no había hecho, lo que no había escrito, incluso pensaba en lo que no había pensado. El lunes le hice una entrevista a un escritor que admiro bastante y la redacción de esas preguntas y la ansiedad de conocerlo no me dejaban quieta. Entonces, “Santa Melatonina, ruega por nosotros”. Saqué el pote de melatonina de la gaveta y problema resuelto. Ahora duermo y me disfruto lo que leo, lo que escribo y hasta lo que pienso.

En un mes estaré en la Isla, abandonaré la castidad impuesta y seré la que suelo ser a esa temperatura. Sin embargo, hay estrés acumulado y por venir: tres monografías y las solicitudes para cambiar de programa y, lo más importante, de coordenadas geográficas. Violeta cuenta que cuando la llaman sus amigas y le hacen el recuento de sus amenas y ajetreadas vidas ella hace el resumen de los últimos libros que se leyó. Ayer adopté la premisa. Total, las vidas de los libros validan la mía en el Mediano Oeste.

Ría escribe en una libreta planes b, c y hasta z de cosas que haría si no la admiten en el programa doctoral de sus sueños, o si no se admite ella en la vida monástica por cinco años más. Violeta se enamora de las novelas brasileñas y concluye que desde la adolescencia no se sentía tan identificada con una obra. Su nevera, cabe señalar, últimamente está llena, aunque si le compra la merienda a la niña el viernes no le dura hasta el lunes. Ahora, el niño, Violeta y yo modelamos abrigos con pluma de ganso, para que el invierno no nos congele las ganas de caminar…de su casa a la mía y viceversa.
Imagen: Propped, 1992, de Jenny Saville.